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viernes, 16 de abril de 2010

II. Una teáloga de la espiritualidad de la Diosa: Caitlin Matthews. La Creadora y la Vigorizadora

Este post comienza a desarrollar los aspectos de la Diosa propuestos por Caitlin Matthews, siempre siguiendo su libro. Completarlos todos requerirá varios más.


LA CREADORA (La que lo conforma todo)

Dice la mitología hindú: "En la primera era de los dioses, nació la existencia de la no existencia. Después de esto, los cuartos del cielo nacieron de la que se agacha con las piernas abiertas."
En una célebre visión, Ramakrishna vio salir del Ganges a una hermosa mujer embarazada, quien dio a luz en la orilla del río y después amamantó a su hijo. Luego, en un momento, la madre se convirtió en una vieja bruja que se metió al niño en la boca y se lo tragó. La imagen muestra en toda su crudeza los procesos tanto creadores como catabólicos de la Diosa, que no sólo da vida, sino que la toma. De su útero emerge la creación, y cada una de las criaturas, y a su útero vuelven.
A diferencia del Dios masculino, que crea el mundo de la nada, en numerosas mitologías la Diosa lo forma a partir de su propio cuerpo. Tal es el caso de la babilonia Tiamat o de la mexicana Cipactli. Ella es, pues, inmanente a su Creación de una manera, pudiéramos decir, más íntima que el creador masculino. De hecho, una de las imágenes más comunes de la Diosa creadora es la propia Tierra, a la vez nuestro hogar, nuestra madre y el sustrato del que estamos formados.
La Creadora se manifiesta en nosotros como el impulso creativo. Sus dolores de parto se reproducen en nuestra lucha por dar a luz a nuestras creaciones, y también por darnos a luz, renovados, a nosotros mismos. Cuando la Creadora se hace presente en nuestras vidas, hemos de estar dispuestos, metafóricamente, a hacernos pedazos, a abandonar los senderos viejos y trillados y ceder a la presión creativa, para generar, a partir de nuestra propia sustancia, hijos materiales y espirituales, una vida nueva, un ser renovado. De no hacerlo así, nos arriesgamos a hacernos añicos espontáneamente, a través de una enfermedad, de una depresión o, sencillamente, de una profunda infelicidad y una pérdida de energía y vitalidad. La Creadora nos exige actualizar nuestro potencial, ser cocreadores de su creación y creadores de la nuestra.


LA VIGORIZADORA (La que pone en marcha la vida)

La Creadora da existencia a todas las cosas. La Vigorizadora pone en marcha la vida.
Es la eterna danzarina de la creación, la extática, la salvaje, la que se entrega tanto al amor como a la batalla. Así, Inanna es señora de batallas:
"Te ciñes el combate y la batalla, los atas a tu faja y los dejas allí."
Pero también es diosa del amor, y celebra abiertamente su sexualidad y su deseo:

"Mi vulva, el cuerno,
el Barco de los Cielos,
está llena de ansias como la luna nueva.
Mi tierra no arada está en barbecho.

Y yo, Inanna,
¿Quién arará mi vulva?
¿Quién arará mi campo alto?
¿Quién arará mi suelo húmedo?"

También la Morrigan irlandesa es diosa de la batalla y del amor, que se une al dios, al Dagda, al que confiere en este acto poder y energía.
La Mujer del Peyote, la Radhja hindú, las dakinis tibetanas, Cibeles, la propia Shekina de la tradición judaica son asimismo aspectos de la Vigorizadora, la que impulsa al amor y a las batallas de la vida y confiere poder para librarlas. Como lo es la nigeriana Oshun:

"No hay lugar donde se ignore
que Oshun es poderosa como un rey.
Baila y se lleva la corona.
Baila sin que se lo pidan."

La negación de la VIgorizadora ha tenido y tiene efectos terribles tanto en lo personal como en lo social. Sus poderes dinámicos se han temido y reprimido mucho, pues emergen directamente de los canales mismos de la vida: el poder, la energía y el sexo.
Los efectos de la llegada de la Vigorizadora pueden resultar explosivos y derribar los estrechos márgenes en que hemos estado viviendo nuestras vidas, tanto como colectividad como en cuanto sujetos individuales. Pero, si se la acoge, trae vida renovada, esperanzas nuevas y firmeza de propósitos en una dirección más libre y amplia. Ella nos hace explorar nuestros recursos y tesoros ocultos, nos lleva a los lugares profundos del placer y la energía, y nos hace traspasar los límites que nos habíamos impuesto a nosotros mismos. Como un fuerte viento, dispersa nuestros antiguos esquemas mentales. Nos muestra lo más profundo de nuestros deseos y nos impulsa a su consecución.
Cuando queremos cambio, acción directa y efectiva, curación, una vida nueva, lo que fuere, y lo queremos de manera tan sencilla y directa como cuando queremos sexo o comida para saciarnos, la Vigorizadora está irrumpiendo en nuestra vida. Si la aceptamos, nos conferirá la energía de la renovación.