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miércoles, 23 de junio de 2010

Odio

Haciendo prospecciones por el fondo de mi corazón, hoy ha emergido un surtidor de odio. Como el escape de petróleo del golfo de México, el odio brota con fuerza, en un chorro continuo, potente, negro, tan intenso, sin embargo, como el amor, o como lo que en ocasiones he llamado amor. Querría gritar, correr, destruir, hacer lo que fuera para dar salida a esta fuerza, a esta bolsa de pus, de negrura, de infierno que, al parecer, de forma soterrada, siempre me acompaña.
Miro, maravillada, a mi odio. Es un odio infantil, de niña despechada e impotente, un odio universal, una rabia infinita de bebé insatisfecho, de alguien en íntimo y total desacuerdo, de quien va descubriendo la otredad pero aún carece del velo de las palabras, de las ideas, de las mentiras para disimular su sufrimiento.
Es un odio que quiere anular, borrar, aniquilar, un odio que surge de una necesidad absoluta, un odio que no es más que el molde, el negativo de la soledad, de la búsqueda, del querer, querer, querer lo que no se puede tener...
Incompleta, incompleta, incompleta... Mi odio dice: Incompleta. Yo. Yo sola. Yo aparte. Yo incomunicada, perdida, impotente, yo y lo otro, yo y tú, yo y él, yo y Él, separados, separados, separados por siempre y para siempre.
Odio mortal porque el mundo no es para mí. Odio mortal porque mi vida no es para mí, porque los que amo no son para mí, porque todo no es para mí, porque Dios no es para mí. Odio porque no hay suficiente. No hay suficiente teta, no hay suficiente leche para este hambre inmensa, para esta gula devoradora, para este vacío infinito, para este alguien cuyo nombre es necesidad, necesidad, necesidad...
No se acaba, no tiene fin, este odio, este tormento, este amor herido, como no tienen fin las ganas de jugar de los niños, las preguntas de los niños, las peticiones de los niños, el llanto de los niños, la rabia de los niños, el pesar de los niños, el dolor de los niños, el amor de los niños, el odio de los niños.
Odio a un mundo que es como es, y no como yo quiero que sea. A una gente que es como es, y no como yo quiero que sea. A un cuerpo que es como es, y no como yo quiero que sea. A un conjunto de circunstancias que es como es, y no como yo quiero que sea. A una vida que es como es, y no como yo quiero que sea. A una muerte que es como es, y no como yo quiero que sea. A un yo que es como es, y no como yo quiero que sea. A un Dios que es como es, y no como yo quiero que sea. Yo, yo, yo... yo necesito, yo quiero, yo anhelo, yo me desespero en mi espera y mi impotencia.
Es una bomba atómica de odio, es el reverso de la aceptación, del "hágase Tu voluntad", del fluir, del amor a lo que es, sencillamente del amor.
Es, sin embargo, lo que hay. Lo que es. Lo que hoy ha brotado del subsuelo de mi alma.