aenlibertad@gmail.com



Nuevo blog:

POEMAS Y TEXTOS (nombrando paisajes, misterios y silencios) ameliadesola.blogspot.com.es



viernes, 15 de octubre de 2010

De sombras, máscaras e inocencia

Por alguna razón, en estos días mi sombra (o al menos una buena parte de ella) se me está mostrando con una claridad nunca antes alcanzada.
Irrumpió de pronto, en una duermevela, y me sobresaltó la fuerza de su entrada. "Ésta es". El reconocimiento fue inmediato. El reconocimiento y la fascinada repulsión. A veces he hablado de la sombra en términos jocosos. Otras muchas la he visto asomar la nariz, bien sea al observarme, bien al observar su reflejo en otras personas. Hace ya un tiempo había iniciado conscientemente un intenso trabajo de apropiación de mis aspectos negados.
Pero "verla", lo que se dice "verla" con toda nitidez, en una personificación completa y compleja, fuera del mundo de los sueños, eso es algo nuevo. Y profundamente perturbador. Y fascinante. Ella, en efecto, posee todas las anticualidades que siempre me han horrorizado o repugnado cuando las he visto en los demás.
Mi sombra... Una criatura primitiva, escandalosa, malencarada, soez, de una astucia callejera, de barrio marginal, de inframundo, manipuladora, desamorada, con una sensualidad primaria y voraz, venal, absolutamente egocéntrica, manipuladora, astuta pero estrecha de mente, incapaz de cualquier sentimiento elevado, descreída, interesada, cínica, torpemente exhibicionista, capaz de cualquier bajeza, de cualquier prostitución, de cualquier traición, con tal de sobrevivir.
La "veo" y me pregunto cómo hacer, cómo voy a hacer para ir asumiendo como mío a este ser en toda su crudeza.
Y sin embargo... sin embargo, por paradojal que parezca, se trata de un ser honesto. Alguien que es lo que parece y parece lo que es. Y está viva. Increíblemente llena de vida y de intensidad y de fuerza. Se trata de una superviviente. De una superviviente caiga quien caiga. De alguien que, para sobrevivir, se ha dejado por el camino todo lo que estorbara a ese propósito, pero que ha conservado intacta su vitalidad.
Hay algo en mí que ama, o podría amar, a esa criatura de los bajos fondos, que ama su fuerza, su insolencia, su capacidad de ser quien es, y de hacer y conseguir.
Y me pregunto qué podría pasar si la sigo amando, y sí, aprendiendo de ella, y enseñándole también otras cosas que ignora. Qué clase de quimera podría surgir de la unión de ese personaje con otros habitantes de mi mundo interno.
Porque están aflorando otras figuras. La máscara, por ejemplo, la mujer para la galería, siempre políticamente correcta según el ambiente, deshonesta hasta la náusea, capaz de (intentar) poner cualquier cualidad o sentimiento supuestamente altruísta o "espiritual" al servicio de sus intereses egoicos. Alguien tan poco interesante que me pregunto cómo ha habido quien la aguantara y la asumiera como creíble a lo largo de toda mi vida.
Y, en el extremo opuesto, un ser enteramente inocente y vulnerable, irradiando verdad, un habitante de mi profundidad capaz de iluminar, de redimir con su pureza todo aquéllo sobre lo que posa la mirada.
Y, aún incipiente, una parte de mí llena de fe, que quiere vivir y ser en una verdad amorosa, que pide y... obtiene respuesta. Obtiene respuesta desde un nivel que es sencillamente un mar de silencio y amor y serenidad.
Y también, también, quien observa maravillada todo esto.
Y la sombra que se mofa. Y la máscara que intenta controlar, Y la niña sagrada que es. Y la mujer que ora. Y el espacio sereno. Y la observación maravillada... y la coexistencia en mí de todos ellos, de todos ellos, y de otros más, en busca de integración.