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domingo, 16 de enero de 2011

La pureza

"Puro significa purificado.
Algo está purificado cuando algo que no le pertenece se ha separado de él. ¿Qué es lo que no le pertenece? Algo ajeno que se ha mezclado con su esencia de tal manera que la contamina, adultera y priva de su belleza.
Puros pueden ser nuestros pensamientos y nuestras palabras. Puros pueden ser nuestros objetivos y nuestras intenciones. También nuestro amor y nuestro obrar pueden ser puros. Pero sobre todo podemos ser puros nosotros mismos. ¿Frente a quién podemos ser puros? Frente a otras personas, frente a nosotros mismos, frente a Dios.
¿Qué significa ser puros frente a Dios? En primer lugar significa que no lo pensamos. Todo pensamiento sobre Él, al ser un pensamiento humano, siempre le quitará algo de su singularidad y constituye una arrogancia ante Él.
Temo que yo mismo haya perdido la pureza con estos pensamientos. ¿Pues cómo podría un pensamiento jamás alcanzar a Dios o tener que ver con Él? Pensamos, pues, de manera impura cuando formamos un pensamiento sobre Él y cuando formamos un pensamiento sobre quienes forman un pensamiento sobre Él. La pureza se desprende de unos y otros pensamientos. Con respecto a Dios, la pureza no tiene pensamientos.
¿Cuánto mayor es el peligro de ser impuros? ¿Cuando hablamos sobre Dios o incluso cuando lo tratamos de igual a igual? ¿Cuando nos presentamos como sus servidores o incluso sus mensajeros o reprsentantes? ¿Qué oscuridad debe de extenderse en un alma que se toma esa libertad, y qué oscuridad en las almas de aquéllos que les hacen caso y les creen?
También en esto vuelvo a ser impuro, pues parece como si estuviera al servicio de Dios y tuviera que advertir a los demás. Si Dios existe, nada puede apartar de Él, como tampoco nada puede conducir a Él. Es como si estuviera fijo en alguna parte y uno pudiera acercársele o alejarse de Él. Pero también éste es un pensamiento impuro.
¿Cómo podemos purificarnos, pues, ante Dios sin pensar en Él, sin esperar nada de Él, sin pronunciar su nombre en ningún momento? De la misma manera en que la purificación se logra en otro casos. Soltando, soltándolo todo, en la medida de lo posible. Soltándolo al retirarnos y vaciándonos.
Pero sólo lo logramos parcialmente a través del ejercicio. Pues también éste es impuro ante Dios (¿debo siquiera pronunciar esta palabra?). La purificación que nos inflama antes de ser verdaderamente puros sólo puede venir de Él, sin que podamos saberlo ni nombrarlo. Pero experimentamos dolorosamente que algo de lo que no podemos defendernos nos aprehende de tal manera que al final nos reencontramos imcomprensiblemente serenos y purificados. Tan purificados que incluso podemos dejar a Dios. Eso sí: concentrados, vigilantes, sin temor, con el semblante vuelto a todo tal como es, sin sujetar nada y por tanto dispuestos para lo último e incomprensiblemente oculto para nosotros."
(Bert Hellinger: Pensamientos divinos)