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viernes, 26 de agosto de 2011

Del no saber (again)

Yo,
Amelia de Sola,
ser humano
de sexo femenino,
europea,
profesante
de varias profesiones,
buscadora
por más de treinta años,

en la plaza virtual de este mercado,
me propongo
reconocer públicamente
ante todos vosotros,
mi ignorancia
de todas las cuestiones
-digo todas-
que me han interesado
a lo largo
de mi ya extensa vida.

Confieso, pues,
-y sin pudor alguno-,
que ignoro totalmente
si existe, o no,
algún tipo
de deidad,
buena o mala,
o ambas cosas al tiempo,
o si es el Todo
el que funciona como Dios,
o bien si lo Real
es uno, trino, no-dual
o ilusión pura.
No sé si eso
a lo que llaman iluminación,
es algo más que un mito,
o si, no siendo tal,
resulta ser viable
a través de la práctica,
o por sorteo genético,
o por gracia divina.
No comprendo
cómo, siendo viviente,
alguien puede afirmar
-o negar, para el caso-
la trascendencia
más allá de la muerte,
y no podría decir,
sin pecar de mentira,
si Conciencia
es todo lo que hay,
o si somos peones
de una evolución ciega,
o si todo, o si nada,
o si según y cómo.

No me importa
clamar
que estoy hasta la cresta
de preguntarme cosas
que no tienen respuesta,
de una imposible búsqueda
de lo que desconozco,
de dar gato por liebre
a mi tozuda espera
y de colarme goles
en portería propia.

No sé.
No sé nada de eso.
Estoy
(hace ya mucho)
harta.
Cansada.
Deslomada.
Y
-lo más sorprendente-
indiferente
a tan altos asuntos.

Así que aquí me quedo,
en el barrio
de los seres humanos,
de aprendiza
de persona corriente,
apostando
por una vida
-dure lo que dure-
donde, si puede ser, no falte la ternura,
el calor de mi gente,
la sonrisa
abierta a los que amo
-que sean muchos, todos, si es posible-,
el hombro al buen arrimo
de lo que toque cada día
para el mejor gobierno
de la Casa común,
desnudo el corazón
a los niños, las plantas,
las estrellas,
la lucha, la derrota,
el bien, el mal -humanos.
¿Qué otra cosa podría
así llamarse?-,
la tempestad, la risa,
los caminos
de hombres y mujeres,
de animales,
de mundos y más mundos,
los futuros posibles,
lo que ignoro,
los centros de mi centro,
lo que pasa,
lo que no será
nunca,
lo que venga...

Me apunto,
ciegamente,
a lo que venga,
y espero sacar fuerzas
del corazón de todos
para amarlo, y odiarlo,
y comerlo a bocados,
y marcharme,
en puro no saber,
cuando se abra la puerta.

Y afirmo mi ignorancia,
y mi firme intención
de mantenerla,
en esta ciberplaza,
el tórrido verano
de los cincuenta y seis
años
de
mi edad.

A.S.