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miércoles, 25 de enero de 2012

El hospital

El hospital no descansa nunca.
Las veinticuatro horas del día, cualquiera que tenga el oído atento puede escuchar el runrún de su continua actividad, a veces más, a veces menos intensa, pero siempre constante.
Pero cada mañana, allá con las primeras luces, el hospital semeja un inmenso pulmón que aspira, y en esa aspiración, se traga de una tacada a los miles y miles de personas que trabajan durante el turno principal, y que permanecerán suministrando oxígeno hasta la titánica expiración que se produce sobre las tres de la tarde, cuando el monstruo libera, por unas pocas horas, a una multitud de Jonás modernos.
No se trata sólo de médicos y enfermeras, sino de auxiliares, fisioterapeutas, farmacéuticos, radiofísicos, biólogos, psicólogos, dietistas, trabajadores sociales, personal de cocina, de lavandería, de mantenimiento... Hay muchos más trabajadores que enfermos ingresados (otra cosa son las consultas externas), en este mundo peculiar, y, sin embargo, creedeme, no falta jamás trabajo para ninguno de ellos.
Pero el hospital nunca descansa. En cualquier momento de cualquier día de la semana,
en las profundas entrañas de esta bíblica ballena se siguen oficiando sin interrupción los misteriosos ritos de la enfermedad y el dolor, sobre una serie de pacientes a muchos de los cuales la indefensión y el miedo han vuelto a convertir en niños.
Y es que este monstruo maternal, esta mezcla de guadería y cuartel con vocación de fábrica de salud, está enclavado, sin embargo, en el corazón de un sistema que no puede evitar producir enfermedad, y además, lo anima una concepción de la curación que genera yatrogenia por su misma acción de forma.
Un curioso, un extraño monstruo éste, como muchos de los que aparecen en los cuentos, entre cruel y compasivo, entre maternalista y tirano.
Así es, así se me presenta este megalugar en el que paso tantas horas, al que admiro y odio a partes iguales.
Así es y esto es lo que hay.
De momento, al menos. Y que no nos falte.
Hasta que seamos capaces de generar, desde adentro, algo más... maduro.