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jueves, 16 de agosto de 2012

Diario de campo

13-8-2012

Música antigua.
En la pequeña iglesia,
solloza el órgano.

(Concierto nocturno en la capilla gotica)

14-8-2012

En la plenitud del agosto de la Madre, los bosques rebosan de frutos.
Las zarzas están llenas de moras, los escaramujos, de duros botones perfumados, y las encinas, de pequeñas y apretadas bellotas, todavía verdes.
Cerca del río, el nogal de la ermita aparece cargado de nueces frescas, envueltas en su grueso capuchón de terciopelo.

Con esta, van tres noches que salgo a ver estrellas.
La caza de Perseidas -una en la primera ocasión, tres en la segunda- ha concluido tan modesta como todos los años, aunque la última que avisté resultó ser una prodigiosa saeta que atravesó los cielos, dejando tras de sí una estela larga y luminosa.
Pero hoy, por tercera vez, tumbada sobre una roca lisa y fresca, me vuelvo a perder entre los fuegos blancos de la noche, y dejo que los ojos del cuerpo y los del alma se me llenen de astros y de oscuridad.
El rumor del viento en los árboles sólo hace más profundo el silencio, y sobre el horizonte del oeste, Marte colma el espacio de reflejos rojos.

En los paseos de estos días, he cruzado varas veces el meridiano Cero, que, pese a su exótico nombre británico, atraviesa la Iberia profunda por su flanco derecho.
El origen del Este y del Oeste, la matriz común de los dos gemelos cardinales, se encuentra en estos montes cubiertos de pinos y encinares. En el corazón salvaje de mi cordillera.

15-8-2012

Tierra roja. Rocas grises. Bosques inmensos, cubriendo las laderas.
Caminar al atardecer por antiguas sendas de montaña. Caminar por paisajes de una belleza arisca, cruda e intocada.
En la vereda, excrementos y huellas de cabras salvajes y jabalíes, y entre los árboles, tomillos y espliegos florecidos y romero verde.
La luz del sol poniente atraviesa el bosque de lanzas doradas.
Hay una vibración de catedral viviente entre la fronda, de catedral de bóvedas de ramas y columnas leñosas.
De vez en cuando, una ráfaga de viento, larga y suave, arranca música de las agujas de los pinos.
De vuelta al coche, ya casi anochecido, la recogida de leña de encina, compacta y olorosa.
Para el otoño.

18-8-2012

Un impresionante concierto de cuencos tibetanos -quién lo diría- en la medianoche de un pueblecito de no más de trescientos habitantes.
La vibración traspasaba la piel, la carne, los nervios, los huesos y lo que hay más allá.
De vuelta a casa, ya de madrugada, no había pensamientos.