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miércoles, 1 de agosto de 2012

Marguerite Yourcenar: Sobriedad y silencio

Marguerite Yourcenar, la gran dama de la Isla de los Montes Desiertos.
Sus Memorias de Adriano revelan dos almas grandes: La del emperador y la de la autora.

"Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes. Mi impotencia para descubrirlos me llevó a veces a las explicaciones mágicas, a buscar en los delirios de lo oculto lo que el sentido común no alcanzaba a darme. Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros."

"Tengo varias religiones, como tengo varias patrias, de manera que en cierto sentido no pertenezco quizás a ninguna. No pienso por cierto en renegar del Hombre que ha dicho que aquellos que tengan hambre de fe y de justicia serán saciados (en otro mundo, con seguridad, porque en el nuestro no es verdad), pero menos renuncio a la sabiduría taoísta, parecida a un agua límpida, unas veces clara, otras oscura, bajo la cual se descubre el trasfondo de las cosas. Estoy agradecida por lo precioso que me han enseñado sobre mí misma, y en la medida en que he emprendido y proseguido el estudio, al tantrismo, y a sus métodos casi fisiológicos para despertar las fuerzas del espíritu y del cuerpo, y al zen, esa espada centelleante. Sobre todo, permanezco profundamente ligada al conocimiento budista, estudiado a través de diferentes escuelas que, como las diferentes sectas cristianas, me parecen menos contradecirse que completarse.
No sólo su compasión por todo ser viviente amplía nuestras nociones, muchas veces mezquinas, de la caridad; no sólo, como los presocráticos, vuelve a poner al hombre, pasajero, en un universo que pasa, sino que además, como Sócrates (y confiándose, por supuesto), nos pone en guardia contra las especulaciones metafísicas ambiciosas, para incitarnos, sobre todo a conocernos mejor y, como las filosofías modernas consideradas más audaces, insiste en la necesidad de depender sólo de nosotros mismos: «Sed una lámpara para vosotros mismos...»"

"Los cuatro votos budistas que, en efecto, me he recitado con frecuencia en el curso de mi vida, dudo en volver a decirlos en este momento delante de usted, porque un voto es una plegaria, y más secreto aun que una plegaria [...] Simplificando: se trata de luchar contra las malas inclinaciones; dedicarse hasta el fin al estudio; perfeccionarse en la medida de lo posible, y por fin por numerosas que sean las criaturas que vagan en la extensión de los tres mundos, es decir en el universo, trabajar para salvarlas. De la conciencia moral al conocimiento intelectual, del perfeccionamiento de sí al amor de los demás, y a la compasión por ellos, todo está allí, me parece, en ese viejo texto que tiene alrededor de 26 siglos."

ANHELOS
Desearía vivir en un mundo sin ruidos artificiales e inútiles, sin velocidad y en el cual la noción misma de velocidad sería despreciada o aborrecida; los medios rápidos de transporte estarían reservados para las profesiones indispensables o para algunos casos graves.
Un mundo sin efusión de sangre humana o animal, en el cual todo crimen se consideraría odioso, conllevando sanciones prácticas y purificaciones morales. El hombre manchado de sangre, automáti-camente apartado por estimarse mancillado, extraviado e insensato.
Un mundo en el cual la sexualidad, en todas sus formas, se consideraría sagrada, aunque no necesariamente situada en el más alto rango de lo sagrado.
Un mundo en el que sería vergonzoso e ilegal tener más de tres hijos. [...]
Un mundo en el que la prostitución sería solamente ritual. [...]
Un mundo que tendría muy en alto la idea de renovación y que despreciaría la noción de novedad. [...]
Un mundo en el que todo objeto viviente, árbol, animal, sería sagrado y jamás destruido, salvo por absoluta necesidad y con un sentimiento de aflicción. [...]
Un mundo sin idolatría pero rico en respeto.
Un mundo en el cual la muerte sería una gran aventura.
Un mundo en el cual el suicidio sería la norma cuando comenzara el debilitamiento irreparable de las facultades. Los que a ello se negaran podrían vivir, pero sin honor. [...]


ODIOS
La velocidad inútil
La agitación inútil
La publicidad, es decir, la impostura
La rivalidad económica llevada al paroxismo
La fabricación de objetos inútiles
El sometimiento y embotamiento de las masas ocupadas en fabricar esos objetos. [...]
La separación del hombre de las formas animales y vegetales vivas.
El ruido mecánico. [...]

PROYECTOS
Ausencia total del miedo físico.
Ausencia total del miedo intelectual (creo que ya está logrado)
Aprender a ignorar el ruido. [...]
Rectificar siempre si el mínimo error se ha dicho o escrito.
Recordar siempre que cierto coeficiente de error es humano.
Principales virtudes:
Serenidad (ausencia de agitación inútil)
Valentía (casi lo mismo)
Atención, sin cesar alerta
Sobriedad (ausencia de abusos)
Circunspección (rigor o prudencia)
No malignidad (bondad)
Tomar fuerzas momento tras momento. Es Dios (quienquiera que Él sea) quien proveerá el valor de mañana o pasado mañana.
Intentar estar o parecer tranquilo. La calma es calmante.
Volver a leer las cartas manuscritas y retocarlas con el fin de aclarar las palabras poco legibles. No olvidar jamás que escribimos para comunicarnos.
¿La alegría? No. Prematura en un mundo miserable.
¿La felicidad? Tal vez. Pero entonces que la felicidad sea un estanque claro en el cual el dolor vaya a beber.
Los cuatro votos:
Por numerosos que sean mis errores
Me esforzaré en vencerlos.
Por difícil que sea el estudio
A él me entregaré.
Por ardua que sea la vía de la perfección
No renunciaré a caminar en ella.
Por innumerables que sean las criaturas vivientes
En la extensión de los tres mundos,
Trabajaré para su salvación.
Después de esto, todo está dicho y no hay ninguna necesidad de otro precepto en esta tierra.


PENSAMIENTOS Y PRECEPTOS
Hacer de cada espacio donde se esté, un lugar limpio, aireado, claro, un oasis para uno mismo y para los otros.
Un lugar en el cual no entre el ruido inútil.
Observar las disciplinas humildes. Fidelidad en las pequeñas cosas.
Dejar cada recinto, cada objeto, más limpio, en lo posible más agradable a la vista que antes de haber ingresado en él, de haberlo tocado. [...]
Jamás dejar tras de sí un trabajo sin terminar que otros tengan que realizar en lugar nuestro. [...]
Tomar un poco de vino en la noche, como una deliciosa medicina.
La cerveza, alimento líquido. La sidra, esencia del vergel.
El té, caricia de Buda. Estimulante ligero, apoyo casi espiritual.
El café, auxiliar casi ya demasiado fuerte. Un poco, en la mañana, pero con intervalos durante la jornada, en caso de gran fatiga. [...]
Cuando era joven, amaba bastante el pintalabios y el rubor en las mejillas que enciende el color de los ojos. Ahora no, o casi nunca y apenas. Que nuestro último rostro sea visto tal y como es.
Aceptar la enfermedad. Tres palabras. Cada letra de esas tres palabras representa millares de esfuerzos. [...]
Hoy vi la sabia rana sobre la roca, al borde de la toma de agua en el jardín. Inmóvil, como mineral, bebiendo la luz y el aire, muy antigua y venerable criatura dotada con una sabiduría anfibia. Y tan lejos de mí que no existe medio alguno para hacerle percibir mi amistad por ella.


Un sabio griego, Bion, [...] habría dicho la siguiente frase: «Los niños matan a las ranas por juego, pero ellas mueren de verdad». Para explicar a los niños por todos aquellos que se ocupan de la infancia. [...]
*
Más allá del dolor y la alegría, la dignidad de ser. [...]
*
No sientas fastidio por la condición humana, por lo poco que en adelante ella te dé. Bien parece que el estado de ser humano es el único en el que se aprende a pensar.
Mas ante cada fatiga, ante cada dolor inesperado, ante cada síntoma que se agrava de un mal conocido, imagina que tal vez ya no tengas necesidad alguna de vivir.

Todo es mentira, y todo lo que dirán de ti, aun aquellos que creían amarte o pensaban que te conocían, será en gran parte falso. Maya eterna.

Nada habré amado tanto como aquellos encuentros a través de los muros de las especies; el ave que nos habla o que se posa en nuestra mano, la ardilla poco temerosa, el perro amigable. Tal vez más bello aun cuando simplemente viven ante nosotros sin conocernos, y que les importamos tanto como la rama de un árbol.

Si tuviera un consejo para dar a un ser joven y del cual respetara la inteligencia, el ardor o la valentía, le diría: «No te apegues. No te apegues nunca. Demasiadas servidumbres encontrarás en tu vida que te forjarás libremente y al azar, y sin saber adónde te conducirá el compromiso asumido. Por el bien de los otros como por el tuyo propio, no te apegues. La desdicha consiste en que se requiere haber estado frecuentemente apegado para conocer el precio de no estarlo».

La atadura exterior tan sólo se siente, en cualquier caso, cuando el lazo interior se ha gastado o se ha roto.

Pero, por otro lado, quien no se apega sólo conoce lo más superficial de los seres. [...]


(Marguerite Yourcenar)


http://www.revistanumero.com/30marga.htm