Cuando me lo contó estaba ya en el pasillo, vestido de calle, alegre y fuerte, con el alta en la mano y a punto de irse a casa:
"Doctora, tengo para escribir un libro.
Durante todo el tiempo que estuve crítico, cinco veces "subí" y llamé a la puerta. Y las cinco me dijeron que volviera para abajo.
Y no era un sueño."